Reflexiones Devocionales: Uniendo Mateo 4 y Génesis 9-11 desde una Perspectiva Reformada
1/8/20255 min read


La Tentación de Jesús y el Llamado a la Fe
En el pasaje de Mateo 4, se presenta una de las escenas más significativas del ministerio de Jesús: su tentación en el desierto. Tras ser bautizado, Jesús se retira al desierto para ayunar durante cuarenta días y noches, momento en el que Satanás aprovecha para someterlo a tres tentaciones. Estas pruebas no solo son una manifestación de su humanidad, sino que también iluminan su divinidad y confirmación como Hijo de Dios. A través de su resistencia a estas tentaciones, Jesús establece un modelo de fe y obediencia que es crucial para los creyentes en su caminar cristiano.
La primera tentación, donde se le desafía a convertir piedras en pan, toca el tema de la satisfacción de necesidades inmediatas. Aquí, Jesús responde citando Deuteronomio 8:3, resaltando que “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Este versículo enfatiza la importancia de recurrir a la Palabra de Dios como fuente de sustento espiritual, subrayando que la verdadera vida proviene de la fe en el Señor. Ante las presiones y las dificultades que enfrentamos, este llamado a la fe se vuelve fundamental, recordándonos que la dependencia en Dios debe prevalecer sobre nuestras necesidades materiales.
Además, la resistencia de Jesús a las pruebas refleja la soberanía de Dios en la vida de sus creyentes. La teología reformada pone un fuerte énfasis en esta soberanía, recordándonos que, incluso en momentos de incertidumbre y tentación, el plan de Dios prevalece. La obediencia de Jesús establece un claro ejemplo de confianza en el propósito divino, invitándonos a fortalecer nuestra fe cuando nos enfrentamos a desafíos similares. En lugar de sucumbir ante las tentaciones del mundo, cada creyente está llamado a recordar que su resistencia puede, en última instancia, glorificar a Dios y cumplir su voluntad en el mundo.
La Alianza de Noé y el Plan de Redención
En Génesis 9, después del juicio del diluvio, Dios establece una nueva alianza con Noé, marcando un hito en el relato bíblico de la redención. Esta alianza no solo representa la restauración de la creación, sino que también sienta las bases para el desarrollo del plan de redención que culminará en Cristo. Al prometer que nunca más destruiría la tierra mediante un diluvio, Dios emplea el arcoíris como signo de Su gracia y fidelidad, un recordatorio tangible de Su pacto con la humanidad.
Desde una perspectiva reformada, esta alianza de Noé es crucial, ya que enfatiza la idea de que la gracia de Dios está en acción a lo largo de las generaciones. La continuidad de esta gracia revela cómo Dios siempre ha tenido un plan divino para redimir a Su creación caída. Este aspecto se ve reflejado en el contexto más amplio de la narrativa bíblica, que culmina en la obra redentora de Jesucristo. Así, la alianza de Noé no se concibe como un evento aislado, sino como un eslabón en una cadena que conecta a todos los pactos establecidos por Dios con Su pueblo.
Sin embargo, es esencial reconocer que con la gracia divina también viene una responsabilidad humana. Aunque Dios ofrece su pacto y promesas, la respuesta del ser humano es crucial. La historia de Noé nos recuerda que, en medio de la gracia, hay un llamado a vivir en obediencia y reverencia hacia el Creador. Esta interacción entre la gracia de Dios y la responsabilidad humana refleja la complejidad del relacionamiento del ser humano con Su Creador, donde la libre voluntad y la soberanía divina coexisten en el marco del plan de redención.
La Torre de Babel y la Diversificación de las Naciones
El relato de la Torre de Babel, expuesto en Génesis 11, presenta una narrativa fundamental respecto a la diversificación de las lenguas y naciones y su relación con el propósito soberano de Dios. En este pasaje, se describe cómo los hombres, en su afán de alcanzarse entre sí y desafiar a Dios, intentaron construir una ciudad y una torre que llegara hasta el cielo. Sin embargo, el resultado fue la confusión de sus lenguas y la dispersión de los pueblos, lo que refleja la soberanía de Dios ante los esfuerzos humanos. Este acontecimiento no solo expone la fragilidad del intento del hombre por unirse en desobediencia, sino que también subraya la dirección divina en el establecimiento de diversas naciones y culturas.
La desavenencia de las lenguas es un recordatorio de que, a pesar del deseo humano por la comunicación y la unidad, la soberanía de Dios prevalece en todos los aspectos de la creación. Cada nación, con su lenguaje y cultura, cumple un rol en el plan redentor de Dios, lo cual es particularmente relevante en nuestro contexto contemporáneo. La evangelización y el mandato de la iglesia son profundamente influenciados por este acontecimiento. Al diversificarse las lenguas, Dios en su soberanía también abrió la puerta al impulso de la misión hacia todas las naciones.
Desde una perspectiva reformada, este relato enseña que, aunque existan diferencias culturales y lingüísticas, todas las naciones están bajo la autoridad y el propósito de Dios. Esta unidad en la diversidad resuena con el llamado de la iglesia a alcanzar las diferentes culturas y etnias, reflejando así la gloria de Dios en su creación. La misión de la iglesia es, por lo tanto, una extensión de este principio, propiciando un entorno donde la variedad de lenguas y tradiciones pueda glorificar a un solo Dios.
La Soberanía de Dios en la Historia de la Salvación
La soberanía de Dios es un tema central en la Teología Reformada, especialmente al considerar la historia de la salvación. Al analizar pasajes como Mateo 4 y Génesis 9-11, se hace evidente que cada evento, cada elección y cada acción forman parte del diseño divino que trasciende la comprensión humana. En Mateo 4, la tentación de Jesús representa no solo una prueba de Su fidelidad, sino también la afirmación de que Él es el cumplimiento de las promesas de Dios, en un contexto de desafío y oposición. Esto resalta la idea de que la soberanía de Dios actúa a través de la tentación y el sufrimiento, guiando a Su Hijo hacia la redención de la humanidad.
De manera paralela, en Génesis 9-11 se observa la historia del diluvio y la dispersión de las naciones. Estos relatos no son meras narrativas del pasado, sino que revelan cómo Dios, en su soberanía, maneja el destino de la humanidad. La decisión divina de confundir las lenguas y dispersar a las naciones fue una respuesta a la creciente maldad y egocentrismo del ser humano. En este contexto, la soberanía de Dios se muestra como un medio de preservar el orden y la justicia, al tiempo que proporciona un camino hacia la redención a través de la línea de Sem, que culmina en Cristo.
Ambas historias nos invitan a reflexionar sobre la providencia de Dios en nuestras vidas. La confianza en Su soberanía no solo es un acto de fe, sino una exhortación a vivir en respuesta a Su gracia. En la comunidad reformada, se nos anima a reconocer que, aunque el mundo enfrente caos y confusión, el plan de Dios sigue en marcha; Su mano guía la historia y dirige los corazones hacia su propósito redentor. Por ello, al contemplar la soberanía de Dios a través de estas narrativas, encontramos motivos para vivir con esperanza y gratitud, confiando en que Él sigue actuando en nuestras vidas y en el mundo.